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martes, 21 de febrero de 2012

Sobre la Obsolescencia Programada

Hace días se me dañó mi reproductor de disco externo, su duración: dos años y medio quizás; De inmediato en mi mente apareció la idea de comprar uno nuevo, tan natural esta idea, que ni siquiera daba la opción de pensar en arreglarlo o averiguar cuanto sale su arreglo. Al cabo de unos días, en donde mi interés de utilizar el reproductor, se chocaba nuevamente con la noticia ya vieja de que está dañado, decidí consultar y averiguar cuanto sale su reparación; El costo: alrededor de B/ 45.00, versus lo que gasté en su compra: B/ 70.00. Lo más probable que mi idea se incline en comprar un reproductor totalmente nuevo.
Precisamente esto es la Obsolescencia Programada, cuyo resultado es tan sencillo como esta formula: Compra, utiliza, daño, botar, y comprar nuevamente. Todo esto en un periodo relativamente corto y con el beneplácito nuestro de comprar otro nuevamente y peor aún de aceptar su daño como algo tan natural que no merece arreglo y su salida más fácil: su compra incesantemente.Lo más probable que esto le ha ocurrido a todos, y más fácil es recordar el consejo del vendedor o técnico, que buscas para la solución del daño, en la insistencia de que mejor es “comprar” uno nuevo, ya que la reparación te saldrá más caro.
Para el siglo XIX, y parte inicial del XX, el éxito del producto consistía en todo lo contrario, en proveer productos que duraran un periodo largo, obviamente esto representaba beneficios para el consumidor y no para el empresario. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, que fuera de un enfrentamiento bélico, el trasfondo era la competencia económica, el fuerte nacionalismo y a su vez la transformación de los modos de producción, todo cambiaría.
Surge luego de un tiempo, la idea en los fabricantes de crear productos con menor duración, en vender con la publicidad de marcas, posicionarlas (hacer de ella una moda, porque no?) y ganar grandes sumas en base a la compra de remplazos que nos han creado. La moda juega un papel fundamental en gran parte del siglo XX y con un fuerte impacto (mayor aún) en lo que va del XXI, la moda es, como naturalmente la conocemos un periodo relativamente variable en donde un producto se mantiene con creces y causa deseos de compras, en donde el individuo “se siente” y a la vez “es”,  la moda es como un sentido inútil de sentirse “que es algo” y “que se está en algo”. Que se pertenece a un esquema social que en suma es también manejado. Como tal, la moda es pasajera, y los productos que estaban de moda caen automáticamente en des-uso, o se vuelven obsoletos, o para ser más claro los empresarios hacen que se vuelvan obsoletos, y para colmo hacen que la idea de obsoleto surja en nuestras cabecitas como algo tan normal y busquemos la nueva moda, sin detenernos a pensar ¿porqué?
La obsolescencia programada no solo plasma y planifica el periodo de duración de un producto, en base al cálculo -de antemano- de un tiempo de vida, durante su fase de fabricación, (que en cualquier momento llegará a dañarse) sino que logra posicionar la necesidad creada por ellos mismos y que se traduce en nuestras compras incesante (demandas) para remplazar el producto “dañado” y generar riquezas en base a la compra por los daños ya programados.
Las consecuencias, fuera de las compras sin parar, se traspasan en el impacto ecológico por la gran acumulación de desechos y residuos que no son biodegradables ocasionando un daño perenne en el medio ambiente, a su vez  por las características contaminantes y por el periodo largo que estos productos representan en su descomposición.

 J.ESCOBAR


viernes, 10 de febrero de 2012

Poemas I

En este nuevo espacio del universo el patam!, les ofreceremos entregas mensuales de poemas, preferiblemente de poemas que nunca pierden su actualidad, es decir;  poemas que no pierden vigencia puesto que presentan sempiternos problemas humanos.
En esta primera entrega hemos elegido a dos poemas de la antigüedad. La importancia del primero es que trata un problema que no tiene una solución única, mucho menos, satisfactoria, el problema de la relación del hombre con Dios y el segundo, trata de ese carácter del hombre que le es difícil aceptar, la capacidad de hacer el mal, capacidad que se manifiesta con más frecuencia de lo que estamos dispuestos a reconocer. Los autores de estos poemas son Ennio y Lucilio, respectivamente. Ambos son romanos.

 Primero.
Siempre he dicho – y diré- que existe
un linaje de dioses en el cielo,
pero no creo que se preocupen
de lo que hace el linaje humano.
De preocuparse, les iría bien a los buenos
y mal a los malos, cosa que no sucede.


Segundo.
Desde la mañana a la noche, tanto en día
festivo como de trabajo, todos – la plebe
y los patricios- se agitan bulliciosos
en el foro y no salen de él. Y todos, todos
se encuentran entregados a un solo afán,
a un único arte: estafarse hábilmente,
luchar mediante engaños, hacerse trampas,
adular y fingirse tontos, simular buena fe,
quebrantar la palabra dada, traicionar al amante,
como si todos fuesen enemigos de todos.



jueves, 2 de febrero de 2012

Esperanza...

La mayoría de los actos humanos están dirigidos a un fin, es decir, dirigidos al cumplimiento de una meta o a la satisfacción de deseos. Ocurre, muchas veces, que estos deseos o metas sean truncados. Es común, a partir de este truncamiento o interferencia de nuestros fines, que la frustración nos embargue.

También ocurre que nos hemos puesto una meta o que queremos satisfacer nuestros deseos y, en el proceso de lograr nuestros objetivos, nos creamos expectativas o esperanzas falsas. Por ejemplo, los miembros de una pareja que contraen mutuos compromisos matrimoniales. Los mismos se han puesto metas, han creado toda una red de expectativas en torno al nuevo compromiso, pero ocurre que, al cabo de un tiempo, uno de los miembros de la pareja fallece. Todas las metas, deseos, incluso, las expectativas que generaron en torno a su compromiso matrimonial, se ven truncadas.

Se pudiese decir que no queda más cosa que hacer que afrontar la pérdida y resignarnos, pero esto no apunta a la raíz del asunto, y es que parece difícil para los humanos no imaginar el futuro  y albergar sentimientos de esperanza con respecto a este. Aunque, independientemente de las expectativas generadas, la frustración parece inminente por el sólo hecho de no ver cumplida nuestras metas, es posible aminorar y superar la frustración si fundamentamos nuestra visión del mundo y tomamos decisiones en base a criterios más racionales.

Las expectativas o esperanzas que tenemos de que un evento ocurra o de conseguir lo que deseamos, están basadas en las posibilidades de que un evento se dé. Debemos recordar que existe lo empíricamente posible, lo técnicamente posible y lo lógicamente posible. Lo empíricamente posible es aquello que no es contrario a las “leyes” de la naturaleza, lo técnicamente posible es aquello que no solo no es contrario a las “leyes” de la naturaleza, sino que además estamos en capacidad de hacer y lo lógicamente posible es aquello que no entraña autocontradicción.

Es muy común que se pasemos esto por alto, y que esperemos que en invierno no llueva, o que esperemos volar a la luna y hospedarnos allí algunos días o que esperemos por ahí, un día, encontrarnos con un círculo cuadrado que nos revele todos lo que nos es secreto.

Lo que digo es que no debemos esperar más de lo que es posible o de lo que nos es posible lograr. Es común, generar expectativas sobre lo que no hemos trabajado. La esperanza se construye, se trabaja.